Insurrección kultural: La Kultura Hip Hop agrietando la pandemia

Una gran narrativa hegemónica se ha tomado el mundo, la narrativa del miedo, la desesperanza, la enfermedad y la individualización que cobija las mentes, los espíritus y los cuerpos de una gran mayoría de la población a nivel mundial. ¿La causa? Una narrativa cargada de subterfugios y sofismas que controlan cada milésima de vida y con ello, la forma de respirar, comer, hablar, relacionarnos con el mundo. Esta narrativa hegemónica y además manoseada, ha desenfrenado en el ser humano una nueva lógica de sistema/mundo o quizá, para ser más preciso, la ha exacerbado, al igual que ha reconfigurado una nueva percepción de la realidad, una especie de matrix paralela a la matrix que no alcanzábamos a percibir antes. Pareciese como un plano sideral donde la muerte y el abandono es controlado por fuerzas oscuras que caotizan el espíritu de la existencia hasta postrarlo en una cama, sin oxígeno, sin sentidos y sin esperanza. Ese plano que no es este plano, así resulte difícil de explicar y por ello mucho más complejo de entender, es un plano sombrío que carcome el espíritu y la mente de aquellxs que lo atravesamos.

Entre lo etéreo de ese plano, lo sombrío es un estado de inverosímil transitar, donde los juegos fantasmales del cuerpo, mente y espíritu se ven trastocados por fuerzas que están más allá de cualquier enunciación representada por letras o palabras. También se pasea sobre la existencia una bruma toxica que enferma los oídos y con ello la mente va generando un estado de miedo perpetuo, miedo a vivir, pero también a cómo moriré, miedo a la otredad, miedo al abrazo, al beso, al sexo, miedo al olor de la flor, de la canción en el tren, miedo a la niña corriendo en el parque, miedo al poeta que regala versos en un bus de cualquier ciudad de Abya Yala, miedo al alimento de la madre, miedo inclusive a soñar con otrxs, el miedo, como enfermedad de la vida que se precipita a la muerte.

Sin embargo, el miedo como sentimiento espontaneo nos podría enseñar asuntos personales de los cuales cada unx debería tramitar, a este miedo no me refiero, lo hago sobre el miedo que fue impuesto, el cual fue escrito en nuestro cuerpo, espíritu y mente, el miedo como vacuna a la libertad inyectada en una agua propedéutica auspiciada por un sistema pérfido y negligente, un miedo tatuado las 24/7 que nos quitó el sol, la calle, el árbol, el amigo, la compañera, el estudio, el sustento diario, porque para eso fue construida la narrativa o al menos esa narrativa escabrosa, de una engañosa protección que nos llevó al estado de sitio hasta vulnerar la dignidad. Ese miedo atravesado por las intenciones necropoliticas de un sistema cada vez más expuesto a su desmoronamiento y que aprovechando su fuerza mediática usa el miedo para construir otras narrativas hegemónicas, de dominio y muerte.

Unam Global

Imágen tomada de covid19comisionunam.unamglobal.com

 Pero, ¿Qué son esas narrativas hegemónicas o narrativas de la muerte?, ¿en dónde están afincadas esas lógicas homogéneas del control político, social, policivo, cultural y económico? Donde están enraizadas esos infames estados de control que manipulan con infoxicación las casas, los barrios, las comunidades más vulnerables. Se ha escuchado decir desde la narrativa hegemónica que el virus no tiene clase y que cualquier persona es vulnerable a él, quizá exista en esa metáfora algún grado de razón, pero lo que si no es metáfora y es una realidad latente, es que las consecuencias del virus por fuera de sus estructuras medicas sí son una cuestión eminentemente sociopolítica y cultural, donde se
evidencian razones estructurales de una crisis histórica que se agudiza o se visibiliza en estos momentos.

Más allá de una mirada desde el espectáculo sociológico o del entretenimiento conspiranoico, son las evidentes fisuras sociales y económicas que muestra hoy el virus en el mundo. No es necesario ir a los anales de historia marxista para comprender reflexiva y críticamente el desmantelamiento de un sistema que no garantiza las necesidades básicas mínimas de una población cada vez más empobrecida, no es necesario profundizar en la mano invisible de Smith cuando vemos en las urbes colombianas banderas rojas hondeando sobre las barrigas vacías de millones de personas en las periferias de las ciudades, el virus evidenció lo que históricamente se negaba que era evidente. El sistema capitalista ha colapsado y ha estado así por mucho tiempo, muestra de ello no solo se percibe en la precarización de unxs si no en la exageración y opulencia de otrxs, en la explotación de los recursos naturales y en la usufructuación desmedida de las ciudades como espacios de hacinamiento y trabajo asalariado ganapán. 

Como si fuera poco, más allá del miedo, la crisis evidente del sistema económico manifiesta a su vez un sistema violento desde la vigilancia y el castigo. El encierro como narrativa hegemónica de seguridad o la seguridad como narrativa eufemista de un encierro ignominioso que presta el servil papel desde la obediencia y la sumisión voluntaria, en casos, haciendo que emerja en algunas personas un fascismo disimulado, muchas veces directo, otras tantas amparadas por la violencia sistemática de un estado verdugo que aniquila metódicamente cualquier oportunidad de libertad, dignidad o esperanza de las personas.

Los pueblos originarios nos vienen a recordar que lo que actualmente vivimos no es un proceso natural dado por las formas en cómo se compone el universo o la cosmovisión. Nos recuerdan que en este plano, hay guerras que se han dado y que han destruido un gran porcentaje de la madre tierra, nos recuerdan que estas guerras han exterminado el vínculo de origen, esa relación entre lo humano y lo no humano, entre lo que ellos denominaban como una percepción tetraléctica guiada desde la holisticidad y la complementariedad como pensamiento genuino de nuestra relación con todo lo existente, una guerra sin tregua que desafía el orden de la vida exterminando los cuerpos y sus modos de habitar el mundo, un
extermino que beneficia la capitalización de la vidas en un mercado de explotación enormemente desmedido, un exterminio histórico desde el punto de vista de la colonización el cual convirtió millones de cuerpos en máquinas de producción a favor de las empresas imperiales desde hace más de 500 años. Una guerra que fortalece el poder económico y político y pone de servil despreciable el discurso hegemónico de la democracia, desmantelando la autodeterminación de los pueblos, una guerra curtida por ejércitos legales y privados a favor de las grandes empresas y sus lacayos gubernamentales de turno, una guerra donde mueren los ninguneados hacinados por el hambre, encerrados por las lógicas del capital o asesinados por la urgencia de sobrevivir un día más a la pandemia.

Los trapos rojos. Imágen tomada de kienyke.com

Mediante estos procesos de opresión capitalista, bélica y colonial se generan métodos de rapiña ante las fuerzas vitales de los y las sujetas que le apuestan a las construcciones colectivas o comunitarias, asimismo. La neutralización de las fuerzas que cohesionan el poder popular y la atomización de las luchas eliminan la posibilidad de construir subjetividades alterativas y constructivas ante un sistema cada vez más violento. Todo esto llevando la narrativa hegemónica a la categoría individualizante de hiperseguridad que desliga cualquier responsabilidad con la otredad y de solidaridad. 

La individualización es uno de los factores que describe muy bien la narrativa hegemónica cuando suma a su carácter egoísta la necesidad de atomizar cuerpos, sentires y deseos, por ello, se le apuesta a la ruptura de los vínculos que se han forjado desde la comunidad. Asimismo, la culpa que se impone sobre la desobediencia hace que las personas sientan abstención frente a la forma de relacionarse con sus entornos, conllevando esto a la reducción de las fuerzas colectivas, hasta arrojarlas a la amarga diáspora donde nos encontraremos apareándonos con nuestra propia angustia, violencia, egoísmo, soberbia, ego y mezquindad, todo ello, hasta producirnos una lenta separación del espíritu, el cuerpo y la mente con nuestra realidad y nuestra fuerza creadora. 

Es desde esta extirpación de nuestra consciencia colectiva y creadora, producto del miedo, la militarización, el encierro, la infoxicación y la hiperseguridad que pareciese que nos vuelven a colonizar nuestros sentires, deseos y sentimientos más emancipatorios, logrando ubicarnos en el lugar más servil pero también más cómodo y privilegiado para así poder ejercer sobre nosotrxs más control, castigo y muerte. Desprendiéndonos de las raíces y los arraigos íntimos y culturales, alejándonos de nuestros vínculos afectivos nos limitan a la moculturalidad del capital, y con ello se abre la posibilidad más alevosa de poder controlar y castigar más fácilmente.

Agrietar para re-existir

La Kultura no teme a las grietas, por el contrario, las enaltece. La Kultura son esas palabras que afloran de los nudos que se van acumulando en las gargantas de muchos y muchas, la Kultura es el ejercicio político que apuesta a la alteridad de mundos que se reinventan y pretenden re-existir. Re-existir para existir, para dar origen a propuestas que tengan como objetivo construir otros mundos, por ello, es necesario insurreccionar la Kultura Insurreccionarlo en el sentido epistémico como lo plantea Walsh, una insurrección espiritual como lo plantean los pueblos originarios desde Alkebulam hasta Abya Yala, una insurrección cultural como la zapatista, insurrección territorial como lo planteaba Lefrevre y Harvey, una insurrección del amor como lo enseñó Camilo, una insurrección feminista como lo construyen miles de mujeres desde la decolonización imbricaría en Abya Yala, una insurrección por cualquier medio necesario como Malcom X y las Panteras Negras, una insurrección descolonizadora como la de Fanon, una insurrección desde el sentir que viene desde lo cotidiano, desde el barrio, la comuna, la pobla, la chagra, la minga, la uramba, el convite, con los lenguajes y saberes propios, situados, rebeldes, alegres. Entonces ¿Qué es lo que la Kultura Hiphop debe agrietar? Tupac Shakur un día escribió un poema:

“Did you hear about the rose that grew
from a crack in the concrete?
Proving nature’s law is wrong it
learned to walk with out having feet.
Funny it seems, but by keeping it’s dreams,
it learned to breathe fresh air.
Long live the rose that grew from concrete
when no one else ever cared”.
———-
Escuchaste sobre la rosa que creció
de una grieta en el asfalto?
Demostrar que la ley de la naturaleza es incorrecta
Aprendí a caminar sin pies.
Parece gracioso, pero manteniendo sus sueños
aprendió a respirar aire fresco.
Larga vida a la rosa que creció en el asfalto
cuando a nadie más le importaba.

Lo que el poema de Tupac nos enseña es que, entre las adversidades, las negativas y las imposiciones a las cuales estamos determinadxs por un sistema esquizofrénico y manipulador existe la posibilidad de abrir grietas. Aun cuando al parecer a nadie más le importe.

Son estas grietas que se deben hacer al sistema opresor que se instala de maneras roñosas en el patriarcado, el colonialismo, el racismo y el capitalismo, perpetuándose como un sistema de narrativas hegemónicas que se reproducen por medio de los discursos de poder controlados por los aparatos ideológicos.

Agrietar la historia que ha sido impuesta convirtiendo al hombre blanco en redentor y descubridor de nuestras ciencias y epistemologías, agrietar los saberes universales que se han encargado de poner a los pueblos originarios en el imaginario de la superstición y la ignorancia. Por eso la Kultura Hiphop apunta al movimiento, un movimiento consciente y organizado, que proyecte redes de solidaridad y autodeterminación, donde se construyan narrativas subterráneas, insurrectas y rebeldes, que asuman el compromiso con sí misma y con todo lo que existe de la misma manera. Agrietar el asfalto para encontrar la tierra y allí poder sembrar la semilla que será alimento para todas las especies, agrietar la monoculturalidad y pintar de colores las paredes, las músicas, las danzas y la vida, agrietar el poder impuesto, apostando a la empatía y la solidaridad, arrojándonos a la reciprocidad que teje la vida comunitaria.

Imágen extraída del blog de Juanjo Castillo

 La Kultura Hiphop debe agrietar el sesgo imaginario que se tiene de lo que concebimos como espacio, el espacio no es simplemente una única forma lógica de concebir un lugar en términos concretos, el espacio, el territorio es más amplio, es una amalgama de configuraciones humanas, naturales, cósmicas, materiales que convergen alrededor de múltiples lógicas heterogéneas que constituyen un ecosistema político, cultural, ideológico, espiritual y concreto de todo lo que existe en sí. Por eso la Kultura Hiphop debe trascender el imaginario de espacio y lo debe poner en una percepción más holográfica, esto significa, ampliar el espectro de su percepción, estimulando la posibilidad de habitar otros espacios donde pueda reconfigurar las lógicas de represión y se le permita sembrar, construir autonomía desde múltiples ámbitos, pero, sobre todo, construir autodeterminación y defensa del territorio global. Del pensacierto, sentipensando el territorio: H.I.P.H.O.P (Holy Integrated People Having Omnipresent Power).

La Kultura Hiphop debe agrietar lo que las narrativas hegemónicas llaman “normalidad” porque es la normalidad la que nos ha oprimido durante más de 500 años, es la normalidad la productora de repúblicas y democracias, es la normalidad la que ha construido el imaginario de familias perfectas, de sociedades perfectas, de lenguajes perfectos, de ideas intocables de hombres idílicos, de silencios estúpidos. Es la normalidad la que nos ha gobernado y gobernados nos han envuelto en las razones mecánicas de la máquina, porque para esta sociedad liquida y carnívora es más quien produce en función del capital que aquel o aquella que decide enfrentar el riesgo de insurreccionarse y construir un mundo nuevo, un mundo donde quepan muchos otros (EZLN).

Qué para la Kultura Hiphop no sea imposible imaginarse un mundo sin colonización y sin capitalismo, que no tenga miedo de confrontar el orden impuesto, la monocultura creada por el conocimiento universalista y absolutista y una sociedad carnívora como lo nombraría el maestro Marcuse.

Qué la normalidad sumisa y alienante impuesta sea para la Kultura Hiphop, un motivo para seguir desobedeciendo, así como se ha hecho durante casi 50 años. Alterar el orden es urgente y aquí es donde se hace imperativo nuestro arte rebelde, nuestra Kultura insurrecta.

Agrietar no significa instaurar un modelo de acciones específicas como manual para la acción directa, agrietar es pensar, sentir y hacer lo imposible desde lo imposible o desde las posibilidades otras, que están en nuestras manos. Por ello, agrietar es alterativo mas no alternativo, no entendemos eso otro como posibilidad porque eso otro como posibilidad ya nos ha imposibilitado nuestra existencia, por eso llamamos a alterar, dislocar, insurreccionar.

Muchos momentos de agitación son siempre difíciles de vivir, sin embargo, es en estos momentos en que nuestra Kultura debe Rapear más alto, graffitear más muros, proponer más cypher, estimular la ajuntanza y la cohesión de apuestas emancipadoras, esto con el fin de despertar a aquellxs que todavía no perecieron y cayeron en las sombras de servidumbre voluntaria.

Alterar es construir escenarios de tensión y disputa como por ejemplo la salud desde las medicinas ancestrales, escenarios de ajuntanza comunitaria, producción y distribución de productos alimenticios para la comunidad Hiphop, luchas en defensa de la vida y los territorios y en especial la recuperación de la tierra.

Insurrección kultural

Universidad Hiphoppía. Medellín, Colombia

Por último, podríamos decir que es urgente mirar hacia lo macro en el sentido occidental para poder llegar al punto neurálgico de la grieta, el interior.

Las narrativas hegemónicas respaldadas por sistemas de consumos que a su vez están adscritas a un orden especifico de la reproducción hegemónica del capital, permiten que la cultura hegemónica se reconfigure como un sistema macro de represión sistemática que viaja, como las pandemias, afectando a los “más débiles” o al menos haciendo creer que lo somos. Es en momentos de nuestra vida, desechadxs por las lógicas del capital en donde acortamos la distancia entre lo real y lo ficticio, eso real de lo inmediato que hace que consumir sea y estimule un morbo automático de despilfarro y derroche material y espiritual. Las sociedades de consumo amparadas por las lógicas del mercado capitalista están a la orden de las grandes multinacionales promoviendo la competencia y la capitalización de las especies. Es contra esta narrativa que la Kultura Hiphop debe construir otra posibilidad desde la consciencia colectiva, el cuidado de la madre tierra y la emergencia de sistemas autónomos de reciprocidad, o lo que los pueblos originarios denominaban el AYNI.

Todo esto no se podría lograr si primero no se apunta a mirarnos desde nuestra Consciencia Colectiva, entendida esta, como un cuerpo holográfico en el cual las relaciones, se den genuinamente, que los opuestos complementarios llegan a la sinergia y que por medio de las grietas que se vayan generando, se haga más participe la comunidad en la construcción un una Kultura Hiphop menos antropocéntrica, menos consumidora de las multinacionales y más consciente de su chagra.

Lo que nos queda como Kultura son tareas a corto, mediano y largo plazo. Construir mundos no se dan desde la espontaneidad ni tampoco de la homogenización de ideas que a la final se convierten en únicas y absolutas verdades.

Este es solo mi remedio, mi menjurje, preparado por mis abuelitxs que me acompañan en la lucha incesante contra este virus que confunde, enceguece, calla y nos asesina, sin embargo, este menjurje, es medicina, mi medicina, para sentirme vivo y quizá brindarle un poco de esperanza a alguien que se quiera sentir contaminado por la utopía y la rebeldía.

Se samplearon los siguientes textos:
– Sociedad Carnívora. Marcuse
– Hakear la pandemia. Hackeo Cultural
– Esferas de la insurrección. Suely Rolnik

Sobre el autor:
Comparte este artículo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *